Dicen que los años de universidad son los mejores. No olvidare de mis años de estudiante de pregrado una de las anécdotas que mas me marcó por la manera en que sucedieron los acontecimientos y como interpreté el resultado final. Como muchas personas, Yo compartía mi tiempo en el aula con un empleo de medio tiempo, razón por la cual generalmente eran pocas las veces que me quedaba en la universidad sin hacer nada.
Cursando una asignatura práctica (propia de la carrera de Ingeniería), estaba por realizar un examen que constaba de un solo ejercicio (algo que por cierto hoy como profesor no haría), lo complicado del ejercicio era saber cuál era la formula a utilizar de un total de tres opciones; recuerdo haber leído el ejercicio tres veces hasta llegar a la conclusión de que formula utilizar y a partir de allí comencé a trabajar mi ejercicio.
Cuando estaba desarrollando el ejercicio, el profesor tuvo que ausentarse alegando motivos personales y dejó a otro profesor de CONFIANZA encargado de supervisar la evaluación. Aparentemente este profesor tenía algunos amigos en el aula, que lo saludaron y de manera algo descarada le preguntaron si sabía cuál era la formula correcta para resolver el ejercicio. Este, observó el ejercicio y sin pensarlo mucho dijo en voz alta cual era, de acuerdo a su criterio, la fórmula para resolverlo.
Yo, al igual que todos los alumnos que se encontraban presentando la evaluación escuché la formula que sugirió utilizar, subí la cara hasta la pizarra, volví a leer el ejercicio y note que no coincidía con la formula que Yo había elegido, pero confiando en mi razonamiento decidí terminarlo de acuerdo a mi criterio.
Días más tarde, el profesor titular de la cátedra llegó con las evaluaciones, de manera muy pausada preguntó: “¿Quién es Edgar López?”; inmediatamente pensé: “El único que aprobó o el único que reprobó el examen”, levanté la mano y recuerdo la frase que le cambió la cara al resto del aula: “El único que no se copió y resolvió el examen con verdadero criterio”. Ese día me gané unos cuantos enemigos por anteponer mi criterio ante el criterio de otra persona (en teoría) mejor calificada.
Revisando el DRAE encontré dos conceptos muy interesantes si nos situamos en la sociedad de hoy día y la anécdota descrita anteriormente; el primero La CONFIANZA que es seguridad, esperanza firme que se tiene de sí mismo, de alguien o de algo. El segundo concepto es ÉTICA, que son el conjunto de normas morales que rigen a la conducta humana. De acuerdo a esto, noté que el profesor que tuvo que ausentarse del aula mostró CONFIANZA ciega por su colega al dejarle la responsabilidad de supervisar la evaluación, también el profesor que supervisó la evaluación demostró poco RESPETO con su colega y por su trabajo, además falta de ÉTICA profesional y PRUDENCIA, porque de haber querido ayudar a “sus amigos” debió tener algo de DISCRECIÓN.
Una vez contando esta anécdota en un aula de clase, algunos alumnos me preguntaron por la responsabilidad de los alumnos ante tal hecho, entonces les recordé que el estudiante es un ser en formación y por eso equivocarse es parte del aprendizaje. Es probable que al menos uno de ellos lo pensara dos veces antes de volver a hacer trampa en una evaluación de manera tan descarada.
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